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jueves, 8 de mayo de 2008

30

XXX
Afortunadamente, Marcia y Porcia aceptaron mi ofrecimiento: fue una salvación para mi convulso estado de ánimo.... Necesitaba compañía de confianza a todas horas para evitar dejarme aplastar por todas aquellas sensaciones desconocidas que, atropelladamente, surgían dentro de mi vientre inquieto....
- Ni siquiera la intercesión de mi padre, pese a la conexión con tu marido, Calpurnia, ha servido para convencerle de que no expropie mi propia casa….¿por qué tendrá que haberlo elegido como su lugarteniente y representante en Roma? ¿Acaso no sabe cuán traicionero puede llegar a ser? Sólo es capaz de entenderse con esa camada de vividores demagogos….
-Lo sé de sobra, Marcia….En cuanto a las personas que mi esposo elige como colaboradores…. ¡qué te puedo decir! Bien sabes que jamás me ha comentado nada… Entre otras cosas por razones obvias … De todas formas, démosle gracias a la “Bona Dea” por disuadirlo de venir a visitarme … El perfume a ungüento que impregna mi gabinete le parecería altamente sospechoso e informaría a mi esposo hasta alarmarlo seriamente … No, no creo que le importe mucho venir por aquí ….
Fui consciente de que estaba entrando en un terreno absolutamente desconocido para ellas y que no era Kornel a quien tenía delante…. De hecho, a la dos les parecía extraño que yo continuara con aquella costumbre de ungirme con algo tan penetrante y empalagoso hasta extremos difícilmente soportables…. Sin embargo, en aquellos días en que, debido a mi postración, tuve que prescindir del masaje, mi ánimo experimentó un notable cambio que me impelió a volver al ungüento tan pronto como recuperé mi autonomía y no tuve que depender más del control de otras personas… ¿Qué haría cuando se terminara?
Pese a toda la cautela que muchos me habían recomendado, Kornel incluido, tomé la decisión, quizás estimulada por el singular efecto que aquel masaje producía en mi personalidad, haciéndola especialmente asertiva: acompañaría a Marcia y Porcia al requisado hogar de Catón en el Palatino, sólo que iría en la litera de Porcia portada por varios de los siervos que ella había logrado conservar y alojar en la “Domus Publica”…. No fue simple curiosidad sino un impulso más allá del puro aburrimiento y el horror a quedarme sola en mi gabinete con todo este caudal de emociones sucesivas, novedosas, incluso inquietantes…. Me aseguré de ir bien cubierta: el frío húmedo y cortante que anunciaba el comienzo del invierno me ayudaba a embozarme lo mejor posible…. La “domus” de Marco Porcio era, como toda Roma sabía, extremadamente austera incluso dentro de la sobriedad habitual de los pórticos y lachadas del Palatino: obviamente, nada de los mármoles policromos, el jaspe o el pórfido que algunos utilizaban para enmarcar la entrada…. Era una casa llamativamente pequeña ….pese a lo cual, diez, doce….quizás quince o más personas, posiblemente filósofos, maestros procedentes de las “insulae” o hasta incluso algún aristócrata enmascarado se arracimaban junto a la pequeña escalinata , sentados, como figuras de marfil, inmersos en el interior de sí mismos, sus miradas ajenas al entorno, tejiendo una red de silencio que ningún vecino se atrevía a profanar….No sólo gracias al buen hacer de Marcio Filipo sino también a que ellos mismos eran conscientes de cuán sagrado era el vínculo que unía al desventurado tribuno mitificado no sólo con todas aquellas individualidades congregadas allí sino también con buena parte de la Roma patricia, “suburana” o procedente de cualquier “vicus” …. Todos, vecinos del Palatino y aquellos congregados en oración, de algún modo, estaban venerando la memoria del último vestigio de la vieja República….Tú sabías bien que, inminentemente y de forma definitiva, Roma dejaría de ser lo que ellos consideraban que era Roma…. ¿acaso intuías, al igual que Kornel, que el viejo espectro monárquico regresaría quizás ya para siempre? Antes de que mis amigas reaccionaran, me dejé empujar hacia fuera. No pensaba quedarme dentro de la litera, como en principio habían creído…. No, bajo ningún concepto…. Debía, necesitaba respirar aquel aire impregnado de sentimiento y respeto, más allá de lo que yo siempre había conocido…. Nos dejamos caer sobre los tres o cuatro escalones que accedían a la entrada. Apreté las manos de ellas, que sentí temblorosas, en parte impactadas por el clima creado, en parte abatidas por sentarse a los pies de lo que había sido su hogar, ahora como extrañas que acceden a un lugar casi “sacer” …. “Algún día yo tendré que sentir lo mismo cuando pase junto a la “Domus Publica” “…. Pese a lo grueso de las pieles con las que habíamos cubierto el interior de nuestra ropa, el suelo estaba helado…. Sentí el punzante deseo de estrecharlas contra mí, pero estimé conveniente que debíamos pasar lo más desapercibidas posibles….Dentro de lo que yo podía esperar ya que al menos ellas dos eran fácilmente identificables, tanto por su atuendo como por haber llegado en litera…..a pesar de estar haciendo un esfuerzo por soportar aquella incomodidad gélida, ajenas a ser atendidas por sus siervos, sin recibir ningún refrigerio…. Al igual que todos aquellos seres humanos desperdigados, evocándome figuras marfileñas…. Como aquella sentada en la zona perteneciente a la “domus” de al lado, envuelta en capas de lino teñido con los colores del bosque, la tierra y las rocas, el manto cubriéndole la cabeza de forma que nadie podía distinguir el cabello dorado, rojizo y gris o la barba carmesí entreverada de oro y plata…. Sólo los ojos grises, transparentes y penetrantes que se abrían paso entre la red de finas líneas en torno a la mirada…. “ ….. pese a todas nuestras diferencias, los dos amábamos lealmente a la vieja Roma y nos negábamos a que los reyes volvieran a asolarla….para que, como en los tiempos etruscos, la convirtieran en su propia “domus” , ajena a toda la grandeza de ser ciudadano romano….” . Pero hice un esfuerzo por sustraerme a la estela de aquella mirada que se adentraba, como siempre, en lo más íntimo de mi persona, penetrando aquel punto donde se concentraba lo más puro y genuino de mi propia feminidad…. ¿Cómo podría unirme al pensamiento de todos aquellos que ahora me rodeaban? En realidad ¿qué tenía que ver con Marco Porcio Catón, enemigo antiguo e irreconciliable de mi propio esposo, aparte de compartir conmigo su origen plebeyo… en el caso de él, sólo por el padre ya que Livia Drusa era una patricia antigua? ¿Era esto algo más que un acto de simple fidelidad a mis amigas? Dioses….no hay duda : es una respuesta a lo que yo sé que está por venir, una reacción a esa ….deslealtad que, en su momento me será revelada….como el hecho de alojar a mis amigas, las propias esposa e hija de Marco Porcio en la residencia del “Pontifex Maximus” . ¿Cómo este mismo estremecimiento embriagador, casi tóxico….? Atardecía. La mano de Porcia, presionando cálidamente mi antebrazo, me dio a entender que era hora de regresar a casa.

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