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jueves, 24 de julio de 2008

Capítulo 48


XLVIII
-"Domina"...."domina". – La voz de mi sierva personal, queda al principio para después irse intensificando, me despertó desde el exterior del "cubiculum"... El sol dorado y tibio entraba de pleno desde el peristilo. No, ya habían transcurrido varias horas desde el amanecer. Quizás demasiadas... Seguías acurrucado a mi lado pese a la estrechez del "lectus"... Había sentido como te estremecías a lo largo de la noche, agitado por otros motivos que quizás no tenían que ver con la singular cena epicúrea de la víspera : yo sabía que tu frágil estómago te disuadía a la hora de probar delicadezas culinarias... Decidí incorporarme mientras tú te acomodabas a lo ancho del “lectus” y salí afuera .
- "Domina".... el senador Décimo Bruto espera en el "tablinium"... Desea ver al "Pontifex Maximus" inmediatamente...
¿Qué podía querer de nosotros a estas horas?
- Dile que mi esposo no va a poder dirigirse al Senado este mediodía...
-Esposa... no, espera... yo hablaré con él personalmente. –Te habías vuelto a colocar la túnica y las finas sandalias de andar por casa. – Muchacha, adelántate e infórmale que estoy en camino...
-Mi señor..... – Noté que mi voz, aunque suave, se iba tiñendo de una ansiedad afilada. – No, no lo recibas....Intentará convencerte, no.... – Me esforcé en sofocar el gemido que se me escapaba....
- Calpurnia…. – No sonreíste. Me contemplaste con la mirada distante, levemente aterrada, casi veneradora de la noche anterior. – …. No, le explicaré… Soy yo, en definitiva, quien ha de tomar la decisiones en cualquier momento… ¿Acaso tu esposo no es “dictador perpetuus” ? – Me habías tomado, pese a todo, el rostro entre tus manos pálidas, finas y, sin embargo, fuertes, acariciándome como cuando antes de irte a gobernar la Galias… Como entonces, rozando mis rizos con la delicadeza de quien separa con sus dedos los bucles de un niño pequeño… Abrí ampliamente los ojos y supe que habías vuelto a encontrar en ellos los de aquella Calpurnia del principio… Tomé conciencia de que éste era el momento y recorrí tu cuello con mis labios mientras rodeaba con mi pierna tu muslo y apretaba mis senos contra tu pecho hasta dejarte caer sobre el “lectus”…. Fui yo quien, quizás por primera vez, tomó la iniciativa, cabalgándote mientras te obligaba a recorrer con tus manos toda aquella piel henchida por aquel deseo de fertilidad que siempre surgía días antes de mis menstruaciones… Pese a toda mi excitación, pude entrever mi mirada sorprendida, a punto de perderse en aquel pulso cada vez más acelerado que recorría tu cuerpo mientras tus jadeos, en contra de lo habitual en ti, eran cada vez más audibles, incluso indecorosos….
- “Domina”….
- ¡¡ Dile a Décimo Bruto que mi señor lo recibirá en su momento!! – Aquel grito jadeante, teñido de furia impaciente, calculado para acallar tus estertores, seguramente apabulló a la pobre muchacha, nada acostumbrada a ese tono… Por un momento, creí que era éste tu destino, por lo que leí en tus ojos salvajes, desasidos de mí aquel día...que pudiera ser que dejaras de existir en ese preciso momento, arrastrado por un gemido animal, estallando dentro de mis entrañas al tiempo que tu semilla pudiera al fin hallar acomodo allí mismo. Pero no iba a ser así. Permaneciste allí debajo, la respiración pesada y sonora como la mía, mirándonos en silencio. Podría haberte tenido atrapado así hasta la noche…
- Calpurnia…. – Era ésta la voz profunda y pausada que te había escuchado tantas veces fuera del “cubiculum”. Mi piel retrocedió, erizada. – Debo asearme y atenderle…. – Sí, era una entonación diseñada para disuadir e imponer algo sabiamente, tal como siempre lo habías sabido hacer de forma magistral… Me retiré y dejé que las cosas siguieran su curso, aún temblando de placer aterrado bajo las pieles que cubrían el “lectus”

1 comentario:

Roberto dijo...

Me encanta tu blog. Te recomienddo que leas "El Quinto Infierno, la vida de Lucio Cornelio Sila". Mucho de lo que cuentas se refleja muy bien allí.