Blodwynn....¿Por
qué?.... Mujer-flor.…Hembra sobrenaturalmente seductora....Sombra
oscura ¿ominosa?
–
La
que sacaron del vacío para satisfacer al solitario Gwydion....la que
no nació del placer entre hombre y mujer y sí tan sólo para
dárselo a quien participaba de su naturaleza suprahumana....
.Flora.... Blodwynn... -- La voz templada por la miel y el vino
caliente resinoso, casi griego, iba desgranando palabras.
Blodwynn... Una modulación cálida, casi cadenciosa….más grave,
incluso viril… Entre mis pestañas, aún pesadas, empezó a tomar
forma un rostro marfileño, absolutamente pálido y, sin embargo, no
exento de cierta luminosidad interior a través de los surcos a ambos
lados de los labios que en tiempos podrían haber tenido un rictus
cruel. El cabello, demasiado largo para un romano, estaba trenzado de
forma similar al de Blodwynn, entreverado de oro, carmesí y gris El
centelleo gris azulado, casi transparente, estremeció mis
pensamientos. ¿Eran acaso tus propios ojos? Podría ser de una edad
similar a la tuya….o algo mayor, como Cornelia, a quien me estaba
comenzando a recordar de forma cada vez más patente. Intenté no ser
grosera, evitando incorporarme bruscamente del lectus
e
inquirirle preguntas a borbotones sobre lo que me acababa de
ocurrir. Sólo sabía que debía esperar, alerta a cuanto tenía que
serme comunicado.
–Mi
señora Calpurnia…. – La mirada perdida y transparente continuó
cerniéndose sobre mi postración, que comenzaba a desvanecerse.
Entre la fina red de arrugas, sentí que fluía desde una vida más
allá del tiempo…. Se había percatado, no obstante, de mi mirada
vagando por los pliegues de su túnica, tejida con un lino de un
matiz color musgo alternando con otros de hojas próximas a
marchitarse. Nada que ver con el carmesí, púrpura, ocre, azul o
verde jade que una ve en la ropa de diario. Sus manos finas,
marmóreas, tan como la tuyas, apretaron levemente la mía de una
forma paternal, conscientes del temblor helado que circulaba por
ellas, del palpitar húmedo que seguramente había hallado entre mis
pestañas. ¿Por qué? Su intuición le hizo llevar por un instante
la mano a mi vientre….
–¿Es
tu vientre el que te aflige, pequeña Calpurnia?.... ¿Qué vas a
hacer, pequeña mía?
Leí
todo en aquella mirada gris, profunda, intemporal: aquellos meses de
soledad dentro de la Domus
publica,
aquella desolación yerma de la que nunca quise hablar porque ni
siquiera quería ser consciente de ella. Ni siquiera Marcia o Porcia
lo sabían. Me habría sentido humillada. ¿Cómo admitir que la
propia esposa del Gran Hombre se sentía internamente seca, sola,
desplazada? Sí, mi padre es estrecho colaborador tuyo….pero vive
para su carrera política y los negocios. Ni siquiera ha vuelto a
tomar esposa….al menos, de forma oficial. Mi madre… ¿por qué
este personaje tendría que habérmela recordado?
–Señora….Tu
madre, mi señora Calpurnia…. – ¿Qué quería decirme?.... En
absoluto tenía aspecto de ser un hombre vacilante o inseguro.
Parecía proceder de aquel fondo arcano de saber del cual alguna que
otra vez a lo largo de mi vida yo había tenido una ligera intuición:
todo el conocimiento acumulado a lo largo de toda la historia del
mundo se habría ido guardando en un lugar más allá de lo tangible…
Mi piel tembló: ¿Por qué tendría que haberme venido esta idea
ahora? Aquel fulgor helado al fondo de sus ojos grisazulados,
intemporales… “¿Qué
sabes de mi madre, hombre sabio?”
Fue mi mirada, que intuí llena de temor, más que mi voz, la que
parecía interrogar a aquella máscara arcana, velada por las trenzas
cobrizas de la barba entreverada de hilos cenicientos. Aquellas
trenzas que parecían tener vida propia, como si cargadas de una rara
fuerza vital…. ¿Era también el efecto del vino especiado que
había provocado mi anterior desvanecimiento? Por fin, pareció que
el hombre sonreía, iluminando la máscara y mostrándose
increíblemente más joven de lo que pudiera ser dentro de su
intemporalidad, más allá de las arrugas que velaban, junto a las
pestañas translúcidas, aquel rostro de palidez alabastrina que, en
su juventud terrenal, podría haber sido extraordinariamente bello.
¿Por qué había aquel destello de Cornelia Sila en él?
–Señora
Calpurnia….Déjame hacerlo…. A fin de cuentas yo podría ser para
ti como un padre de edad más que avanzada…. – Las manos finas,
alabastrinas, veteadas de azul ceniciento y violáceo, se posaron en
mi vientre plano y seco de veinticinco años.
–Tu
madre, señora…. Y la mía… Las dos desaparecidas siendo niños
tanto tú como yo…Las dos fundidas en la Gran Fecundadora. Llámala
Venus, Vesta, Diana… La Madre Eterna de todos, tanto de romanos
como de galos, britanos, de los pueblos más allá del Mar Romano….
La madre de piel oscura que hace vibrar la tierra para propiciar su
fecundidad. Tú también eres parte de Ella… Eres Ella…. – La
profunda mirada clara, azul, casi plateada, se hizo especialmente
luminosa, abarcándome toda en una ráfaga de tornasol y plata,
ondulante como un mar en calma, soleada… ¿Era acaso el mismo de
Cumas…o el de Herculano ¿O quizás Pompeya? Aquella forma
plena
y femenina, dentro de una oleada de amatista, surgiendo de la espuma
batiente de una orilla.
plena
y femenina, dentro de una oleada de amatista, surgiendo de la espuma
batiente de una orilla. Un amago de Venus Marina. Venus Pompeyana....
Sólo que en lugar de timón en su mano derecha parecía señalarme
una nave. Aquellos destellos dorados y esmeraldinos que, desde la
mirada, parecían envolverla en jade y aurora, fundiéndose con
aquella fuerza de resplandor perlado, fecundo, como una luna
alternativamente creciente y llena, se fundía con la cabellera
ondulante de oro carmesí….como aquellas trenzas, diminutas,
infinitas, traspasadas por el tiempo, que ahora rozaban mis manos en
una despedida silente, ajena a todas la preguntas que me desbordaban,
ansiosa por calmar aquella inquietud húmeda dentro de aquel vientre
de cuya inutilidad yo jamás había querido ser consciente antes de
ahora.
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