II
Mi
señor.... ¿Por qué me sigues acechando? ¿Acaso quieres, necesitas
de mí algo que aplaque este sin vivir y propicie tu serenidad
perpetua? De tenerte aquí, sonreirías, lúcido y deslumbrante, como
era habitual en ti, ante todas esas creencias de los galos que
también - ¡es curioso! - compartían los estoicos. Todo cuanto eres
tú, según ellos, desaparece con el fluir de las cenizas entre el
viento y los rescoldos hirvientes de las pavesas. "Mi
dulce Calpurnia, esposa ¿vas a creer todos esos delirios propios de
un demente manipulable como Bruto, cuyos remordimientos no hacen más
que agravar ese desequilibrio suyo congénito? Todas esas cartas
inmensas llenas de historias que le manda a Servilia desde el
frente.... "Claro,
domine,
¿como podrías continuar hablando? Es un tema cenagoso que ha de
eludirse. Servilia....la voraz, experta, madura, hambrienta dama de
nobilísima, rancia estirpe.... ¿Por qué, domine,
yo habría de representar un papel de peón en su vida? A fin de
cuenta, no te di hijos ni herederos. Claro que....
Ella.
¿Cómo podría imaginarme a la descendiente de un general macedonio
tan insignificante, negrucia....con esa nariz que oscurecería a la
del mismo Marco Porcio? (Marcia la consideraba noble, digna de un
verdadero romano) Pero allí estaba esa sonrisa abierta y
desconcertante, capaz de despertar un hechizo envolvente que te
impelía a contemplar en ella a alguien tan genuino, afable, digno de
confianza....y esa voz que era varias, dotada de tantas tonalidades
como un instrumento múltiple, capaz de ser tañido con una riqueza
ilimitada de matices. Indudablemente, fruto de aquel conocimiento
oculto y ajeno a todo lo que conocemos como humano del que él mismo
me habló. Era....sí, ya recuerdo:el modo en el que utilizaban la
música y el sonido para lograr efectos variados. Todo aquello
que...él me contó. La historia de aquel saber atesorado por los
me
contó, la historia de aquel saber atesorado por los supervivientes
del reino sumergido del que hablaba Platón que lograron llegar a
Egipto. ¿Acaso ella nunca te habló de ello? Quizás jamás se
habría atrevido. Seguramente era un misterio reservado a los
iniciados. Sin lugar a dudas era una sacerdotisa del Antiguo Saber.
Quizás la Gran Sacerdotisa..... Sí, esos inmensos ojos de oro
filtrándose hasta lo más sutil de tus entrañas, haciéndote
olvidar la insignificancia de su porte nada regio. Y, sin embargo, yo
misma, de bastante mejor estatura y busto más sensual....Sólo una
Gran Sacerdotisa del Saber Arcano genera fertilidad en la tierra a
través de su propia fecundidad. No sólo es una creencia aceptada
oficialmente allí en Egipto sino que además hemos tenido que
doblegarlos a aceptarla
como real. Cesarión.... ¿Por qué, señor, tus ojos transparentes y
pelo de lino ralo tienen tanta fuerza ? ¿Por qué se transmiten tan
despiadadamente con la fiereza de tu sangre? Si al menos ese pobre
diablo fuera renegrido, raquítico, trompudo....como ella.¿Por qué
yo, esposa legal del señor del mundo romano, no pudiera haber
ejercido también como una especie de Gran Sacerdotisa y, siendo
fértil para ti, también serlo para Roma? Yo, que ni siquiera tuve
derecho a ser virgen vestal. No, claro; mi padre ya había
escudriñado su propio horizonte tiempo atrás. Mucho antes de que
desposaras a Pompeya Sila y llegaras a Pontífice Máximo. Sólo que
se adelantó tu madre y, tan sabia, tu íntima amiga de todas las
tardes allí en vuestra "ínsula". Por cierto, creo que
extrañaré dolorosamente todas estas plantas que cuajan el
peristilo. ¿Recuerdas que eran brotes traídos por la propia Aurelia
de la insula?
Sinceramente, creo que son lo que hacen que la presencia de ella
permanezca aquí tras tanto tiempo. Sin lugar a dudas, no consentiré
en irme de aquí sin un brote de cada planta. Será como tener a tu
madre allí en casa. Me hará olvidar la estrechez de ese peristilo
nuevo. Bona
dea!
Domine....Cayo....
¿Por qué aún me siento sin fuerzas para llamarte por tu nombre? No
sólo son los veinte años largos - casi treinta - entre nuestras
edades. Fue cuando venías a casa y me levantabas en brazos para
besarme. "Mi
niñita Julia....es casi de la misma edad".Mi
pobre Julia.… Dulce Julia.... Nunca te conté que Magno me dejó
aquella túnica leve y rosada que, a veces, se ponía aquí poco
antes de casarse. Irónica supervivencia la del ser estéril mientras
que otros fértiles mueren gracias a una fecundidad yerma. ¿De qué
les sirvió, a Julia y a su madre, ser masacradas para dar a luz
cadáveres? Perdona, amor.... Quizás tus ojos se estremecen con esas
lágrimas únicas, que nadie jamás vio antes, tributo al recuerdo de
aquella chiquilla de la que tanto hablaba tu madre, hasta el punto de
que yo misma soy incapaz de evocarla sin conmoverme, pese a no
haberla conocido ¿Cornelia? Sí pero una Cinna. Y, pese a todo, tan
similar al oído, aunque radicalmente opuestas en el físico. Una,
según tu madre, menuda, morena, dulce, discreta....Cornelia Sila,
sin embargo, con esa melena sedosa de oro rojizo restallando contra
el cutis de mármol translúcido. Tan parecido al de aquel pueblo del
que me hablara él.....
No,
nadie en Roma debería hablar del tema en voz alta: lo verían como
algo nefas
que pudiera afectar a la prosperidad de nuestra tierra. Es verdad que
jamás antes hablé de esto contigo ¿Acaso habría sido posible, con
tu presencia ausente, ya fuese en campaña o entre las sábanas de
ellas? Tampoco lo habría hecho de haber contado con tu presencia a
lo largo de todos los días de nuestra unión. Del mismo modo que
desestimaste mi opinión aquel amanecer, desdeñando mis avisos
¿Cómo tú, mi señor, ibas a desacreditar públicamente tu prestigio de soldado, postrándote ante los delirios insomnes de una mujer a la que has
privado de una fecundidad que no escatimaste a otras? No, mi señor:
quién lo esperaría de ti. Claro que si hubieras adivinado la
premura con la que tu querido Antonio nos iba a exigir, a mi padre y
a mí, la entrega de tu última voluntad.... ¡Mi querido señor! Una
decente provisión de trigo y sestercios para cada ciudadano, sin
privarles de pasear por tus jardines, los mismos que ampliaste junto
a la Domus Publica para mí y tus "niñas".... y tu
cándida, callada esposa, retirada a toda prisa a una pequeña
vivienda. Mi padre ha insistido en que, ya que me niego a mudarme a
su villa de Pompeya, que, por cierto, está terminando de reformar,
acepte los servicios de sus siervos para arreglar mi nueva casa, “
que, al menos, parezca digna de una matrona tan ilustre “.
Los mismos artistas griegos que le están haciendo los murales en
Campania podrían darle una luz diferente a nuestra casita del
Palatino. Profundizar las estrechas estancias mediante el diseño de
arcos que den a habitaciones simuladas mediante los colores de la
aurora, el verde de los ríos y el dorado del sol poniente, con
supuestas vistas a un cielo de ocaso con el mar encrespado, verde y
veteado de dorado oscuro, debajo….como el que se divisa desde las
galerías pompeyanas . Incluso ha sugerido colgar parras y vides en
el peristilo. Ha insistido en poner columnas y zócalos de mármol y
jaspe. “Una
viuda de tu abolengo no puede limitarse a vivir entre ladrillos y
hormigón, como los vicini de las insulae….”
Ha llegado a proponerme que, al igual que él, tenga un compluvium
con la efigie de Venus Felix formada a base de tesellae
en el fondo. Una especie de protección contra….los maleficios. “Ya
que Venus Genetrix no fue propicia a su descendiente pese a haberle
erigido un templo agradeciéndole la gloria de sus victorias ¿por
qué no probar el rostro que la diosa lució ante aquél a quien tu
esposo llegó a deber la supervivencia?”
Sí, domine.
Aunque se te desfigure esa hermosa sonrisa arrebatadora…. Él
propició que llegaras a llevar a cabo tu obra, mi señor. No puedes
negarlo. Gracias a él, triunfaste en Hispania, Venus te ungió en el
templo de Gades para desde allí dominar a todos los pueblos galos y
las provincias de Oriente. Si él
no
te hubiera perdonado la vida ¿qué habría sido de ti….y de Roma?
Estoy segura de que alguna vez lo pensaste. Siempre lo supiste.
Aunque él careciera de toda la clemencia que tú, sin embargo,
derrochaste. Dirás, riendo, que fue labor de tu madre. En última
instancia, esposo, ¿Quién sabe? Después de todo, recuerdo cuán
poco amigo eras de aceptar tantas invitaciones que mi padre te hacía
para pasar un tiempo en su villa. Sí, siempre es convincente alegar
tu gran acumulación de trabajo. Tus íntimos – si es que los
tenías – bien sabían que eran tus reticencias hacia una colonia
fundada por él.
Nunca lo asumiste. Ni que llegara a dictator cuando a los treinta años no era nada pese a su rancia estirpe patricia y
habiendo transcurrido su
vida, hasta esa edad, al borde del abismo, sin una Aurelia que
controlara su educación. Sí, esposo, bien sabías que tras él no
había una madre-padre moldeadora y que no era un cachorro mimado del
viejo estamento patricio….sino alguien que luchó por reedificar su
dignitas
aletargada
entre las imágenes de los antepasados que, milagrosamente, su padre
no quemó durante una de sus borracheras No, claro, lo patricio
sobrevive incluso en las circunstancias más cenagosas…. Hubo
incluso un rey - eso contaba mi padre – que vio en él a Apolo
encarnado. Tú también lo captaste, esposo. Y, lógicamente, jamás
llegarías a admitirlo. Aquel brote de vida más allá de lo
puramente humano ¡Cómo ibas a saberlo, mi señor!
De
todas formas, a mí tampoco me seducía ese aire denso de Pompeya,
cuajado de salitre, polvo y cenizas, que te reseca la boca. No me
extraña que allí haya tantas tabernas y se beba tanto. Además de
que a mi padre jamás le pareció un lugar adecuado para una virtuosa
doncella patricia. Obviamente, siempre me tuvo en cuenta….para ti.
Y, sobre todo, después del escándalo de Pompeya Sila había que
mirar más que nunca por mi virtud. No, mi señor…. no me extraña
que, a estas alturas de nuestra vida, Marcia y yo hayamos terminado
por vivir juntas. Mi pobre Marcia….aún escribiéndole epistolae
a su señor. Ya ni siquiera tiene a Porcia como recuerdo vivo de
Marco. Yo misma me estremecía al escucharla hablar de cómo ella
había entregado su vida al orgullo que sentía por su padre. Cómo
se iluminaba; los ojos grises y enormes - ¡los de él! – flotando
desasidos de su persona, recordando cada palabra, cada idea de cuanto
su padre le había ido imbuyendo desde la niñez. Siempre creí ver a
Marco Porcio renacido dentro de su hija, fiel a sus principios. No,
domine
Ahora no me importa qué puedas pensar acerca de ello pero….siempre
he creído que tanto él como el resto de los optimates
del Senado eran sinceros y tenían razones que yo misma comparto. Ese
deseo de retornar al noble espíritu de la vieja Roma republicana. No
se trata de la influencia de Porcia o Marcia sobre mí, marido.
Necesitamos austeridad, sentido del valor, equilibrio, mesura,
contención….Yo misma sé que, cuando deje la compañía de las
vestales, tendremos que hacer frente a una sociedad mundana en la
que, antes o después, habrá que insertarse, sobre todo cuando mi
padre ya no esté entre nosotros. Tú las conoces bien, mi señor,
todas esas damas cuya motivación se reduce a lucir joyas cada vez
más ostentosas, los muebles de marfil y criselefantino o hacer
aspavientos acerca del magnífico pintor de Siracusa que les ha
llenado los muros con simulacros de la campiña campana. Con toda
seguridad, esta repugnancia y la soledad a la que me impulsaron la
ausencia de mi madre y después la tuya propia me abrieron los ojos a
nuevos estímulos. No cabía duda de que algo más había de hacerse. No podía resistir
seguir inmersa
en el vacío que una vez fuera de Pompeya, privada hasta de la
presencia de Aurelia, sin importarme su sombra controladora. De un
modo u otro era un refugio impalpable que ahora ya extrañaba. Ni
podía acudir a las crías vestales. Ahora, sin su “papá” o
“abuelita” alrededor, ya me daba perfecta cuenta de que yo no era
más que una especie de cuerpo extraño, ni lo suficiente adulta para
ser un referente para ellas ni tan joven para estimular su confianza
; tan sólo me veía reconfortada por las fieles visitas diarias de
Porcia, Marcia y Cornelia. Ella bien sabía que, al carecer del
estímulo intelectual que Marco Porcio había proporcionado a su hija
desde pequeña, mi existencia carecía de un aliciente que nutriera a
fondo mi vida y así paliar la inmensa ausencia de esposo, madre
….hijos. Porque tenía conocimiento de que habías dejado
descendencia, algo que, obviamente, Aurelia no me había revelado.
Aunque sabes que mi padre jamás lo habría tenido en cuenta. Más
aún, sonreiría con indulgencia….
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